Publicado en Actitudes, Retos

Libertad

Somos seres libres, aunque con frecuencia nos dejamos influir por condicionamientos sociales o prejuicios, por supuestas responsabilidades u obligaciones, tanto que olvidamos que somos libres.

Nuestra libertad solamente está limitada por la libertad y los derechos fundamentales de los demás. No puedes esgrimir tu libertad de acción para forzar a nadie o para poner en peligro a otro ser. La salud y la integridad física y moral de las personas está por encima de tu libertad individual.

Somos libres, pero la libertad no es algo abstracto, puedes decidir hacer o no hacer algo libremente, pero esa elección conlleva asumir las responsabilidades, las consecuencias de tus acciones. Este es uno de los grandes problemas de la educación, se le da libertad al individuo, se le dan muchas cosas, pero se pasan por alto las consecuencias de sus elecciones, se echa la culpa a otro o las víctimas sufren las consecuencias sin posibilidad de reparación.

Ninguna sociedad, ningún individuo puede avanzar sin asumir las consecuencias de sus actos.

Realmente somos libres, pero no siempre ejercemos esa libertad, nos dejamos llevar por modas y condicionamientos de todo tipo, por lo que parece el pensamiento mayoritario. Nos dejamos llevar y parece que no tenemos posibilidad de elección, pero no es así, siempre se puede elegir, aunque no lo que nos gustaría, a veces esas posibles elecciones son muy limitadas, son demasiado parecidas. Pero en las pequeñas diferencias puede estar la clave.

Actúa libremente, pero recuerda que también debes asumir las consecuencias de tus actos, de tus decisiones. Y, por supuesto, nunca, nunca, puedes pasar por encima de los derechos de los demás, de la libertad del otro.

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Autoengaño

Se atribuye a Abraham Lincoln la frase: «Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo», creo que es una frase bastante acertada, pero las mentiras pueden durar más y afectar a más gente si tenemos en cuenta que muchos quieren ser engañados.

Parece increíble, ¿cómo va a querer nadie ser engañado?

Si lo pensamos bien, todos en algún momento hemos recurrido al autoengaño, «esto no me influye…», «por una vez no pasa nada», «yo controlo», «en el fondo es lo mejor para él/ella», «es que lo necesito, es imprescindible», … Autoengaños para justificar nuestras acciones, para hacernos la vida más cómoda, más llevadera.

Del mismo modo, tenemos tendencia a creer lo que nos tranquiliza, lo que parece fácil, sencillo, claro, lo que coincide con nuestra forma de pensar.

Hay que ser muy valiente para reconocer que no se sabe de todo, que las cosas pueden ser muy complejas, que las recetas sencillas solo sirven alguna vez, que los otros pueden tener razón, que podemos estar equivocados,…

El miedo, la inseguridad y la ignorancia favorecen que busquemos soluciones rápidas y fáciles, que las cosas sean blancas o negras, sin matices, poner etiquetas que faciliten las cosas «esos son los malos», «estos son los buenos», «los inmigrantes nos quitan el trabajo», «España nos roba», …

Todo ello favorece el autoengaño y que estemos predispuestos a creernos muchas mentiras, por eso abundan tanto, por eso algunos políticos la usan como arma fundamental de su estrategia electoral (suelen estar siempre en campaña, nunca solucionan nada, solo buscan el poder).

Aún así, las mentiras son difíciles de mantener, por eso recurren a la repetición exhaustiva en distintas redes sociales y medios de comunicación. Y cuando no se puede mantener más se inventa otra mentira que haga olvidar la anterior.

Nos mienten y nos engañan porque ignoramos muchas cosas, por nuestra propia inseguridad, por miedo, por falta de raciocinio, pero sobre todo, porque estamos acostumbrados a autoengañarnos.

La cultura y la reflexión, la verdadera educación, son el camino para disminuir el autoengaño y las mentiras.

Nos jugamos la vida en ello.

 

 

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Limpiar el retrete

Nadie suponía que un famoso neurocirujano iba a perder parte de su tiempo en tareas tan poco transcendentales y especializadas como recoger la ropa o limpiar el retrete. Pero esas sencillas acciones lo ligaban al resto del mundo, ayudaban a restablecer el orden familiar. Allí todos eran igual de importantes.

Nunca quiso dejar de hacerlo, no quería un trato de favor, aunque su tiempo era escaso, no quería tener ningún privilegio en la vida de sus seres queridos.

El tiempo que pasaban juntos le daba sentido a su vida, le ayudaba a restañar las heridas que traía su alma por el sufrimiento que lo rodeaba.

No solo quería disfrutar de su compañía, necesitaba sentirse uno más del grupo. Colaborar en las tareas de la casa reforzaba su vínculo.

Cuando sus amigos y familiares le inquirían sobre la pérdida de tiempo que suponía ocuparse de esos menesteres, él siempre respondía lo mismo:

«Puedo usar mis manos para salvar vidas, pero no puedo dejar de utilizarlas para lo más importante del mundo, mis seres queridos. Sirven para acariciar y abrazar, pero también para decir que todos somos uno, que cada uno es diferente, con distintas habilidades, pero todos colaboramos para que el grupo viva mejor, en una tarea común, todos juntos ayudamos a restablecer el equilibrio y el orden natural de las cosas, eliminar lo inútil, todo aquello que pueda dañarnos. Limpiar el retrete se convierte en una humilde y sencilla muestra de amor a la que no quiero ni puedo renunciar.»

Ángel Miguel

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El poder de las palabras

Hace tiempo que la ciencia descubrió que el observador condiciona el resultado del experimento. Nosotros condicionamos nuestra realidad.

Continuamente pasamos por alto el poder de las palabras. Las palabras transmiten ideas. Las ideas influyen en nuestro pensamiento. Nuestros pensamientos condicionan nuestro ser.

Repetir continuamente palabras negativas, centrarnos en lo peor, ayuda a crear las condiciones para que ocurran cosas negativas, para que los acontecimientos se desarrollen peor.

Las palabras que pronunciamos penetran en los demás, les influyen de algún modo, alteran las condiciones ambientales, el pensamiento de los otros. Ayudan a una determinada evolución de las cosas.

Pero donde realmente tienen poder nuestras palabras (y las que escuchamos a los demás) es en nuestro interior, en la forma de ver el mundo, de apreciar la realidad.

Las palabras que oímos, las que pronunciamos, cambian nuestra percepción del universo, alteran nuestra parcial y subjetiva realidad.

Lo anterior no significa que sólo debamos hablar en positivo, que obviemos lo desagradable, simplemente implica que debemos ser conscientes de ese poder y utilizarlo con precaución.

Hay que pensar antes de hablar, no sólo el significado de las palabras, sino lo que transmitimos con ellas (resignación, odio, desprecio, amor, bondad, preocupación, etc.)

Del mismo modo, hay que cuidar lo que se escucha, esos discursos del odio, de la negatividad. Por nuestra propia salud, por nuestro bienestar, debemos alejarnos de ellos todo lo que sea posible.

La palabra, tanto o más que el pensamiento, nos hace humanos (o inhumanos).

Dibujo de Ángel Miguel

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No dañar

A veces las cosas son sencillas, tenemos claro qué está bien y qué no es correcto. Pero muchas veces creemos saber lo que es bueno, pero nos equivocamos, porque no lo sabemos todo, porque nos falta una mayor comprensión de la vida, del universo.

Con cierta frecuencia podemos sentirnos perdidos, sin saber cómo actuar, cuál es la mejor manera para ayudar a alguien o para resolver nuestros problemas. Desde luego esconderse de los problemas, huir de las dificultades, no sirve de nada. Siempre hay que afrontar las dificultades como un aprendizaje para mejorar, todo pasa por algo, aunque escape de nuestro entendimiento.

A veces es tan complicado, ¡tenemos tantas incógnitas en nuestra ecuación! Igual que en matemáticas, hay que ir una a una.

Escuchar a todos, reflexionar suficientemente, actuar desde el amor, … todas estas cosas nos ayudan en nuestro viaje, para superar los obstáculos.

Hay algo fundamental que puede que no siempre tengamos presente, no hay que actuar impetuosamente, ni presuponer nada, las apariencias pueden resultar engañosas.

Nunca debemos olvidar el principio de respeto de la vida, no causar daño conscientemente a ningún ser.

Eso no impedirá que causemos dolor involuntariamente, pero eso se escapa de nuestra capacidad de actuar.

Hagamos lo que hagamos, nuestro primer objetivo, cómo en el juramento hipocrático, es no dañar a nadie, tampoco a nosotros mismos.

La solución no siempre es fácil, puede no parecer bondadosa, pero siempre, siempre, debemos evitar causar daño.

La respuesta es el verdadero amor, que nunca causa daño voluntariamente.

Si hay violencia no es amor.

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Verdades

Todavía no me lo puedo creer, me parece increíble el elevado nivel de dominación sobre las personas que ejercen las pantallas, interntet, los medios de comunicación.

Continuamente se propagan mentiras, adornadas con algo de realidad, por todas las redes sociales, medios de comunicación, cualquier medio sirve.

Tanto se repiten que mucha gente se las cree. En todos, absolutamente en todos, algo de esas mentiras queda.

Las verdades más obvias quedan ocultas detrás de la inmensa maraña de mentiras «creativas», de falsedades de todo tipo.

A todos se nos olvidan algunas verdades básicas, por ejemplo:

* Gritar más no hace que tengas más razón.

* Nacer en un sitio no te hace mejor ni peor persona que nacer en otro lugar.

* Hay que tener en cuenta lo que hace cada uno, no lo que dice que hace o va a hacer.

* Tener más cosas, más dinero, no te hace mejor, ni que tus opiniones valgan más.

* Los recursos de nuestro planeta no son inagotables.

* Todos necesitamos amor.

* Todos debemos dar amor.

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Ídolos

No, no voy a hablar de futbolistas. No me siento cualificado, no creo que nunca llegue a entender el exceso de atención y de dinero que se le otorga a unas personas que se limitan a realizar una labor de entretenimiento para la sociedad, entiendo que es algo necesario, importante, pero no tanto, no lo considero vital.

Al hablar de ídolos quiero hablar de aquellos seres que, en algún momento de su vida, se enfrentan a grandes adversidades y dan lo mejor de sí mismos por los demás. Personas que deberían tener más reconocimiento y ser ejemplos para toda la sociedad.

Hay muchos ejemplos, desde el más llamativo, de un guardia civil que arriesga su vida para rescatar a unos ancianos de un coche arrastrado por la corriente, a los que día a día dan todo por los demás. Estudiantes que trabajan en verano para pagarse sus estudios, sacrifican su juventud para tener una carrera, un esfuerzo que su país no sabe aprovechar, obligándolos a emigrar.

Ejemplares son todos aquellas madres o padres que sienten que no pueden más, que se rendirían, pero no lo hacen, sacan lo mejor de sí mismos para dar el mejor ejemplo a sus hijos.

En todos los ámbitos, muy cerca nuestra, hay numerosos ídolos, personas ejemplares por su esfuerzo y dedicación. Necesitaría demasiadas páginas, demasiado tiempo, para nombrar sólo algunos de ellos.

Pero hoy no puedo dejar de referirme al personal del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, por su profesionalidad y humanidad, especialmente a todo el equipo del doctor Francisco Cristóbal Muñoz Casares, que a pesar de lo difícil de la situación, no se rindieron ante la extensión y las ramificaciones del terrible cáncer presente en el cuerpo de alguien muy próximo, lucharon sin desfallecer ante una situación realmente complicada, durante once horas seguidas, con gran profesionalidad y dedicación. Gracias a ellos, una buena persona, tiene hoy la posibilidad de ser también un ídolo ante sus hijos, ante el que ya está aquí y el que viene en camino.

Gracias a todos esos héroes de verdad, ellos deberían ser los auténticos ídolos para la sociedad.

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Ser perfecto

Hay muchas personas que intentan que sus hijos, sus parejas, …. sean perfectos, se esfuerzan en ser ellos mismos ejemplos de perfección.

Ese camino genera muchas angustias, enfrentamientos y frustraciones. En ningún caso lleva a la felicidad.

Ni siquiera tenemos nuestra propia idea de la perfección, es algo ajeno que nos inculcan, nos educan en una determinada idea del mundo y de lo que es correcto, perfecto.

Quizás ya seamos perfectos, sin ser conscientes de ello.

Pero creo que eso no es importante, más que ser perfecto, se trata de conseguir ser la mejor versión de uno mismo. Pero este objetivo entraña un grave problema, que realmente no sabemos quienes somos.

Tenemos una imagen distorsionada por los estereotipos, por la influencia social, familiar y por nuestra propia percepción de lo que somos.

Ese sí me parece uno de los objetivos importantes en la vida, un fin a desarrollar durante toda nuestra existencia, conocerse a uno mismo, ser consciente de quienes somos y potenciar lo mejor de nosotros mismos, intentar ser nuestra mejor versión. Tratarse con respeto, siendo consecuente y compasivo, es el camino que nos hará sentir en equilibrio, en armonía, felices.

Pero se tome el camino que se tome, tengas los objetivos que tengas, siempre hay que tratar a todos con amor, empezando por uno mismo.

Quiérete y quiere a todo el universo.

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El camino

Muchas veces en mi vida el deseo por algo ha centrado mis esfuerzos, centrándome en conseguir el objeto deseado, al conseguirlo no siempre cumplía las espectativas, siempre quedaba dudas sobre si no hubiera sido mejor otra cosa, si no debería haber aprovechado otras oportunidades.

Con demasiada frecuencia la ilusión, el deseo, la obsesión, el arrobamiento, la perseverancia, en una realción, igual que el esfuerzo por conseguir algo, ha sido el motor que me ha ayudado a superar obstáculos, a seguir adelante, a mejorar. Pero también me ha dificultado darme cuenta de las cosas maravillosas, de las personas increíbles que pasaban por mi vida, desaproveché la oportunidad de crecer con ellos, de disfrutarlos y aprender de ellos.

El tener una meta, un objetivo claro, te puede ayudar en la vida, en seguir tu camino, pero en esa vía olvidamos que lo importante, el verdadero objetivo de la vida, es el camino, estar abierto a todo lo que la vida nos ofrece, especialmente a las personas, a las experiencias.

Tener un objetivo, una meta, nos sirve como unas muletas, una ayuda para avanzar. Pero lo ideal no es ir con muletas, sino avanzar por uno mismo. Seguir adelante atentos a todo lo presente, sin obsesionarnos con nada ni con nadie, a cada uno se le presentan las ocasiones de aprender que necesita.

El camino puede parecernos duro o fascinante, entretenido o pesado, frío o excepcional,… Una cosa es lo que nos parece y otra lo que realmente es.

Con humildad, con la mente abierta y el corazón lleno de amor, avancemos lo mejor posible por este camino de aprendizaje que es la vida. Siempre nos sorprenderá.

 

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Agredido

Hace tiempo, cuando era joven, muy joven, trabajaba fuera de mi ciudad. Al extraer dinero de un cajero un hombre me amenazó y me robó.

Aparentemente estaba en calma, pero por dentro bullían multitud de emociones: impotencia, indefensión, rabia, furia, agresividad, miedo, venganza,…

Pasaron los días y empecé a valorar que estaba bien, me habían quitado dinero, algo que se puede recuperar, algo de lo que se puede prescindir. Pero conservaba mi salud, mi vida.

Estaba realmente agradecido por haber salido bien parado del encuentro, pero no podía dejar de sentirme mal, predominaban los sentimientos de impotencia, miedo, violencia,…

Finalmente, me dí cuenta que esos sentimientos venían del agresor, yo no era así, ese individuo en su situación particular, con sus problemas, su desesperación, por lo que sea, me había transmitido esos sentimientos, mi parte más primitiva había reaccionado a ello. Pero no podía dejar que me robara algo más importante que el dinero: la paz interior, mi verdadero ser.

Ya sé que hay situaciones de peligro que conviene evitar, que hay cosas que por muy injustas que sean pasan, pero también he aprendido que no puedo dejar de ser yo mismo, aunque tenga momentos de miedo y agresividad, sigo siendo yo, intento mantener mi paz interior y manifestar la bondad y el amor que llevo dentro, hacia todos los seres, hacia todo el universo.

No sé hacerlo de otro modo, con mi torpeza y limitaciones, intento ser mejor, dar lo mejor

Ángel Miguel

: amor incondicional