Los propagandistas han hecho bien su trabajo. Han conseguido que creamos que necesitamos muchas cosas, muchas experiencias, que solo sirven las apariencias, lo que mostramos en una imagen, que necesitamos nuestro minuto de fama.
Está mal visto pensar, razonar, argumentar, … Se ha sustituido por repetir, chillar e insultar. Puede que nadie lo diga, pero pocos siguen a los que actuan como los primeros, incontables son los seguidores de los chillones, de los que mienten continuamente, de los que no razonan y hablan » por cojones».
Estamos abducidos por dispositivos móviles, alcohol, drogas variadas, redes sociales, juegos de azar, cotilleos, … Todo lo que nos quita nuestra capacidad de razonar, nuestra humanidad.
Etiquetamos todo y a todos. A partir de ahí ya no vemos, no oimos, no pensamos, solo usamos la misma etiqueta, la misma mentira una y otra vez.
Es importante pararse a pensar en lo que admiramos, porque son las cosas y las personas a las que damos un alto valor. Como sociedad y como personas las cosas y las personas que admiramos dicen mucho de nosotros. Hablan sobre nuestras prioridades y nuestros valores, nuestros objetivos y nuestros deseos, sobre nuestra concepción del mundo.
Basta darse un paseo por las televisiones y redes sociales, escuchar a la gente alrededor para darse cuenta que algo falla. No se admira la inteligencia, ni la experiencia (¿viejos?), ni la sabiduría (¿aburrida?), ni el trabajo bien hecho (¿trabajo?). Por supuesto tampoco se considera la bondad, la compasión, la cultura, el aplomo, el equilibrio. Ni muchas otras cosas. Tampoco a las personas que representan eso.
¿Qué admira mucha gente? Las apariencias, el éxito, la fama, el poder, el dinero, lo llamativo, lo chillón, la chulería («tener más huevos»), lo novedoso, lo más superficial. Muchos prefieren tener un loco o un déspota como gobernante antes que una persona seria, eficaz o dialogante (algo que se interpreta como debilidad).
¿Realmente escuchamos? ¿vemos? ¿estamos aquí y ahora? ¿o estamos absorbidos por supuestas obligaciones o por adicciones? ¿pensamos o seguimos sin sentido crítico lo que nos repiten una y otra vez?
Cada vez hay más zombis y no es por brujería ni por un virus. El responsable es la incultura, la ignorancia, olvidar que somos animales racionales.
De este modo somos mucho más manejables, desde nuestras adicciones de todo tipo (azúcar, pantallas, drogas, etc.) Este es el auténtico complot de nuestro tiempo: hacernos dejar de pensar, volvernos adictos a cualquier cosa, para hacernos manipulables y manejarnos a su antojo.
¿Lo están consiguiendo?