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La Verdad

La Verdad, no la conozco, no llego a alcanzarla, ni yo ni nadie estamos en posesión de la Verdad. Más aún, no se puede estar en posesión de la Verdad de forma absoluta, nuestra percepción condiciona la realidad.

Realmente solo podemos aproximarnos a la Verdad. Cuando estamos más cerca es, precisamente, cuando somos conscientes de que no podemos alcanzarla, en el momento que reconocemos que únicamente podemos hacer aproximaciones a la Verdad.

Percibimos la realidad con nuestros sentidos, que nos limitan y condicionan. Pero, además, no somos capaces de actuar como observadores neutrales, interpretamos las cosas según nuestros deseos, nuestros temores, nuestras experiencias anteriores. Juzgamos continuamente y repartimos «culpas» en función de lo que hemos aprendido. Así si alguien dice «la inflación es muy elevada», unos echarán la culpa a un gobierno otros a otro, a unas determinadas condiciones ambientales o a otras. Muy pocos irán al dato concreto, a la forma en que se ha calculado, a los factores históricos y actuales que influyen en ese dato. Es decir, muy pocos intentarán aproximarse a la Verdad.

Lo mismo pasa con los asuntos más personales, cuando alguien hace afirmaciones como: «estoy gordo», «soy torpe», «soy feo», «estoy solo», «estoy triste», … La gran mayoría hace sus juicios, reparte las culpas según sus creencias, pero pocos intentan aproximarse a ese ser que se siente mal para intentar comprenderle, para poner amor en esas interpretaciones subjetivas que realiza.

Al final, resulta que a muy pocos les interesa la Verdad, conlleva demasiado trabajo para solo aproximarse, puede traernos resultados inesperados e incómodos. A muchos, la mayor parte del tiempo, solo les interesa «su verdad», a la que están acostumbrados, con la que se sienten cómodos, con la que pueden obtener beneficios, con la que les resulta más fácil tapar su dolor y sus miedos.

Hace falta ser muy valiente para intentar aproximarse a la Verdad, sabiendo que no alcanzarán el objetivo, simplemente podrán comprender mejor la diversidad, la complejidad, podrán conocerse mejor a ellos mismos y, quizás, estarán en disposición de avanzar en su crecimiento personal y en poner más amor en este mundo.

Quizás esa sea la única Verdad de la que podemos estar seguros, que este mundo necesita menos juicios, menos culpabilizar a todos y mucho, mucho más amor.

Ángel Miguel
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Asertividad

Hasta ahora, yo solía rehuir el enfrentamiento. Creía, equivocadamente, que, desde el amor hacia el otro ser, renunciar a discutir, a exponer mis necesidades, mis deseos, podía llevar a una paz beneficiosa para todos. Nada más erróneo que eso.

Ciertamente, el verdadero amor conlleva una paz que nos enriquece y nos proporciona un gran bienestar. Pero no estaba actuando desde el amor, ya que olvidaba mi esencia, mi ser, el amor hacia mí mismo.

Solo desde el amor a lo que uno es, a nuestra esencia más profunda, se puede dar amor y crear una energía amorosa, sanadora y pacificadora que nos permita realizarnos como seres individuales que somos. No olvidemos que todos somos uno, al desarrollar nuestra individualidad también crecemos en la unidad.

Resulta imprescindible mostrarse asertivo, expresar nuestros desesos y nuestras necesidades desde la compasión amorosa, respetando el libre albedrío del otro y el nuestro.

Somos libres, somos únicos. Necesitamos expresarnos y comunicarnos con los demás seres y con todo el universo.

El amor no es resignación, ni sumisión, no conlleva limitaciones ni renuncias. El amor es el respeto a nuestra esencia individual, a todo ser, a todo lo que existe, el respeto a nuestro libre albedrío y al de todos los seres, aceptando las consecuencias de nuestros actos, aprendiendo de ellos y siguiendo el camino del amor universal y auténtico.

Este difícil camino está repleto de ocasiones para aprender (lo que nosotros llamamos errores). Nuestra intención es lo que nos marca y nos define, la intención que ponemos en lo que hacemos, en lo que pensamos, en lo que decimos, en lo que deseamos.