En cualquier tratado de química o de física nuclear se puede leer que estamos formados por átomos, que los átomos están prácticamente vacíos. Toda la masa de un átomo se concentra en el núcleo, en partículas llamadas protones y neutrones, ese núcleo es cien mil veces más pequeño que el átomo. El resto del espacio está vacío, con algún o algunos electrones, cuya masa es casi dos mil veces menor que un protón, por tanto, la materia está prácticamente vacía. Parece que somos nada. También los libros de astronomía hablan de grandes espacios del universo donde no hay materia, enormes zonas «vacías», sin nada.
Sin embargo, las interacciones electromagnéticas, las fuerzas nucleares débil y fuerte, junto con la fuerza gravitatoria, se relacionan en esa «nada» para dar la apariencia que vemos. Las interacciones electromagnéticas son interpretadas por nuestros sentidos como colores, cuerpos opacos, sonidos, etc.
Así, aunque los átomos se pueden considerar vacíos, hay un mundo de interacciones, campos electromagnéticos, gravitatorios, todo tipo de energía.
En realidad, toda la materia es una forma concentrada de energía.
Lo que se nos aparece como la realidad no es más que una apreciación parcial y limitada de nuestros sentidos y de la capacidad de nuestros cerebros para interpretar esa energía que llega a nuestros sentidos.
Este es el mundo que nos toca vivir, de apariencias engañosas, de «materia vacía», energías que nos cuesta percibir e interpretar.
Un mundo que no entiendo, en el que parece que algunos valores se pierden en la nada. Una realidad inventada por cada uno, limitada por algunas leyes físicas, algunas conocidas, otras no.
Esos campos gravitatorios, electromagnéticos, … esa energía que ocupa todo, tan difícil de entender y medir, esa energía puede adoptar diversas formas, se intercambian de unas en otras, como es bien conocido, la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma.
Algunos utilizan la energía en su propio interés, por encima de todo y de todos. Pero como la realidad es una interpretación de nuestros sentidos y nuestra mente, yo decido interpretar que la energía que me mueve, la que considero fundamental, esencial a la vida y al universo es el amor. Sin él solo queda la NADA, al menos para mí.
Quizás no sea nada, seguramente esté equivocado (y viendo las noticias así parece), pero como siempre cometemos un error de interpretación de la realidad, me siento más cómodo, menos alienado, más yo, creyendo y actuando en y desde esa energía que yo llamo AMOR.