Publicado en Principal

La perdida de la inocencia

A veces, a algunas personas, les pasa algo terrible, algo tremendamente repudiable y repugnante que les hace perder la inocencia de golpe y a una edad excesivamente temprana.

Para otros muchos, la inocencia se va perdiendo poco a poco y de forma parcial según se van recibiendo golpes y dejando atrás ilusiones y esperanzas.

Unos pocos mantienen la inocencia muchos años, hasta etapas avanzadas de la vida. Pero terminan perdiendo casi toda su inocencia cuando los que creía amigos no se acuerdan de ellos en los momentos difíciles. Cuando el trabajo bien hecho no tiene recompensa si no castigo. Cuando tienes que dejar tu trabajo por motivos de salud y te acusan de actuar por venganza. Cuando por motivos incomprensibles se justifica el asesinato de niños o dejar morir a ancianos sin atención médica.

Y, a pesar de todo, queda un último resquicio donde queda cierta esperanza, una pequeña porción de inocencia permanece, cuando todavía hay alguien que muestra cariño sin esperar nada a cambio, cuando aún queda alguna persona solidaria, altruista, que se preocupa por los demás, amigos o no. Porque todavía hay personas que cuidan al planeta, luchan por la justicia y se muestran solidarios, cariñosos y compasivos. Por todos ellos, para todos ellos: Gracias.

Todavía queda una mínima esperanza para la humanidad.

Aún no se ha perdido totalmente la inocencia.

Publicado en Principal

Adaptarse para vivir

La capacidad de adaptación de la especie humana es increíble. Podemos adaptarnos y sobrellevar situaciones enormemente difíciles. Aunque a todos nos cuesta cambiar no ocurre lo mismo con las modificaciones de nuestro entorno.

Sin embargo, transformarse a uno mismo es otra cosa. Nos cuesta sufrimiento y dolor, es decir, necesitamos pasarlo mal, que las circunstancias nos obliguen, para cambiar. A veces, ni aún así.

Hay un cierto miedo al cambio. Pero lo que más nos influye para no evolucionar, lo más limitante, son nuestras creencias.

Creencias como pensar que no podemos cambiar, creer que «somos así» y no podemos hacer nada, estar convencido de que el mundo es «como yo lo veo» y un larguísimo etcétera. A todas estas creencias hay que sumar las creencias sociales como las religiones o las ideologías. Todo ello condiciona nuestro modo de ver el mundo, nos negamos a verlo de otra manera, independientemente de evidencias o razonamientos. La mayoría de las personas necesitan dolor, sufrimiento, verse obligados para cambiar y adaptarse. Algunos ni en esas condiciones cambian, persisten en sus creencias hasta el final.

Creo que cada uno tiene una visión de la realidad parcial y subjetiva. Que nuestros sentidos, las apariencias y las creencias nos llevan a percibir la realidad de una determinada manera. Olvidamos que nuestra forma de ver el mundo no es la realidad, ninguno de nosotros estamos en posesión de la verdad. Por todo ello y por mucho más, deberíamos ser respetuosos y prudentes con todas las demás formas de ver el mundo, con todas las demás personas.

Para orientarme en esta vida, sabiendo que mi visión del mundo es limitada y no estoy en posesión de la verdad, es alejarme de ideologías, creencias o personas que tienen una visión muy limitante del mundo, de aquellas que causan daño al planeta, a uno mismo o a los demás seres vivos.

Intento tener la mente y el corazón abierto, sin juzgar, minimizando el daño que pueda causar, procurando ser bondadoso, amable, compasivo, amoroso. Desde esas premisas hago lo que puedo para contribuir a un mundo mejor, para ser una mejor persona y adaptarme lo mejor posible al mundo que me ha tocado vivir.

Publicado en Principal

Lo más valioso

Cuentan que hace tiempo una civilización obsesionada con el oro encontró unos pueblos indígenas, con una civilización muy diferente, con otros valores. Los primeros creían engañar a los segundos ofreciéndoles cristales de colores y cuentas de collar a cambio de su preciado oro. Para los indígenas el oro no les resultaba útil, tampoco los cristales ni las cuentas, pero ¡hacían tan feliz a los recién llegados! Al menos tenían colores bonitos. Además, creían que saciarían el ansia de oro de los extranjeros y los dejarían en paz.

¿Quién engañaba a quién? ¿Había engaño? ¿Qué era lo realmente valioso?

Quizás esta historia y estas preguntas deberían hacernos reflexionar. Hoy en día no damos nada (o casi nada) por cristales y cuentas de collar, pero damos mucho por unas luces de colores con sonido que aparecen en pantallas de todo tipo. Damos nuestro tiempo, nuestra libertad, disminuimos nuestra inteligencia y aumentamos nuestro egocentrismo, reducimos el tiempo con la familia y los amigos, … ¿A cambio de qué?

¿Qué es lo más valioso para nosotros? ¿Vivimos y actuamos de acuerdo con esos valores? ¿O nos dejamos llevar por aparatitos y modas diversas?

Cada uno debe encontrar qué es lo más valioso para él. Cada persona debe decidir cuanto esfuerzo, cuanto tiempo, dedica para conseguir eso que considera lo más valioso.

A mi cabeza acuden montones de cosas importantes: la naturaleza, la humanidad, la bondad, la vida, el tiempo, el amor, … Y pienso qué hago por la naturaleza, por la humanidad, para ser más bondadoso, por disfrutar la vida, compartir el tiempo, pero sobre todo, como actúo en cada momento, en cada circunstancia, desde el amor, por el amor. Una reflexión sincera y honesta sobre estos temas ya me resulta muy valioso.

Intentar vivir desde el amor, abierto a recibirlo, dándolo allá donde esté. Eso es lo más valioso para mí. ¿Y para ti qué es lo más valioso? ¿Qué haces para conseguirlo?