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La música perfecta

Imagina tu música perfecta.

Ahora piensa que cada persona tiene su música perfecta. 

Constantemente escuchas anuncios publicitarios, fragmentos de diversas músicas, ruidos de coches, gritos, etc. Por otra parte, puede ocurrir que cuando intentes tocar tu música perfecta los instrumentos estén desafinados o puede que te falte práctica. También puede ocurrir que no te salga muy bien en ese momento, o que los altavoces no funcionen adecuadamente. Entonces quizás te desanimes, quizás sientas que tu música no es perfecta, que la de los demás es mejor. Entonces intentas imitarlos o te rindes y dejas de tocar tu música. Esa música perfecta que eres tú. 

Recuerda que, aunque seas perfecto, necesitas practicar, tener afinados los instrumentos, que el ruido ambiental no te distraiga, que la publicidad no te arrastre, que no te dejes llevar por otras músicas, … Necesitas conseguir el silencio necesario para escucharte adecuadamente. 

Además, debes reconocer que ninguna música es mejor o peor que otra. Cada uno tiene su música perfecta para él, distinta a la tuya, ni mejor ni peor, es la suya, única, diferente, perfecta para esa persona.

No olvides que combinar la música perfecta es complicado, estar en sintonía, en buena armonía, se consigue algunas veces. Pero muchas veces las músicas individuales no combinan bien, suelen sonar de forma más o menos desagradable, incluso puede parecer que en vez de música es ruido. A pesar de ser músicas perfectas, no siempre, ni de cualquier manera, forman una armonía perfecta. Hay disonancias, hay momentos en los que se desafina. No es culpa de nadie, es responsabilidad de cada uno conseguir que su música perfecta pueda sonar de la mejor manera posible, sabiendo que, algunas veces, es mejor el silencio.

Pero incluso con instrumentos desafinados, sin practicar lo suficiente, con ruido ambiental o bajo condiciones técnicas adversas, sigues siendo la música perfecta. Y, tarde o temprano, sonará la música maravillosa y única que eres. Tu música perfecta.

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Vivir en un sinvivir

Desde pequeño he escuchado con cierta frecuencia la expresión «esto es un sinvivir». Yo entendía que las preocupaciones, el miedo, la ansiedad y las múltiples ocupaciones no dejaban tiempo para nada, no dejaban disfrutar la vida al que así se manifestaba. Lo veía como una forma más de expresar una queja por el miedo ante lo desconocido o el cansancio extremo.

Sin embargo, hoy, me ha venido a la mente esa expresión, que hacía tiempo que no escuchaba, para poder apreciar un significado más profundo, quizás más auténtico y mucho más revelador.

Estar en un sinvivir, expresa la convicción de que estar continuamente preocupado, con miedo ante lo que pueda, o no, ocurrir, siguiendo las actividades diarias como autómatas, sin cuestionarnos quienes somos o qué queremos realmente, manteniendo hábitos y costumbres sin cuestionarlas. Todo ello, nuestra forma de vida, no es realmente vivir, actuamos como zombis, autómatas sin voluntad, en un sinvivir continuo.

Desde la apariencia, desde la superficialidad más extrema, huimos de nosotros mismos y de la realidad. Pensamos que vivimos, pero realmente solo lo hacemos en nuestra mente. Ese es el auténtico sentido de «esto es un sinvivir», NO VIVIR.

Aunque siempre hay personas que intentan estar presentes en el aquí y el ahora, vivir en el mundo y no en la mente, ser conscientes, al menos durante algunos momentos, más o menos breves, más o menos intencionados. Seres que tienen el valor de enfrentarse a la realidad y aceptarla, que tienen el suficiente coraje para indagar en su interior, conocer su verdadero yo, aceptarlo y quererlo. Personas capaces de desarrollar una mirada consciente, compasiva y amorosa sobre el universo y sobre todos los seres. Esas personas son mis héroes, mi ejemplo, mi inspiración, nos muestran el camino para VIVIR.

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Vida y muerte

Vida y muerte van siempre ligadas. No hay vida sin muerte. Lo sabemos, pero no siempre somos conscientes, que la vida tiene un inicio y un final.

Cuando alguien fallece es muy común escuchar frases como «era muy joven», «que injusto», «tener que sufrir tanto tiempo para esto», «es terrible, así de repente»,… Frases sentidas, que expresan nuestro dolor, nuestra sorpresa y desagrado ante algo tan definitivo e irremediable como la muerte.

La marcha de un ser querido o de alguien conocido supone que no volveremos a disfrutar su presencia, que esa persona no tendrá ocasión de disfrutar de la vida, nos recuerda nuestra propia debilidad. Por todo ello y mucho más sufrimos el duelo, la perdida. Un proceso por el que debemos transitar adecuadamente.

Pero no tiene sentido centrarse en un momento final de toda una vida. No sabemos cómo ni cuando llegará. No podemos hacer nada para no morir. Pero sí podemos hacer mucho para vivir realmente.

Con demasiada frecuencia pensamos que vivimos, mientras estamos recreándonos en el pasado o en lo que nos espera. Dedicamos grandes esfuerzos para tener cosas, para hacer cosas. Y nos olvidamos de vivir. Porque solo se puede vivir en el momento presente, aquí y ahora, no hay más.

Ser conscientes del momento presente es la base fundamental para vivir de verdad. Además cada uno añadirá sobre esa base lo que crea más importante. Para mí solo hay dos cosas realmente significativas. La primera es como he cambiado, si soy mejor persona que cuando llegué a este mundo. La segunda, y más importante, ¿cuánto amor he sido capaz de dar y recibir?

El ciclo de la vida y la muerte es un ciclo de crecimiento, un ciclo de amor.

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La perdida de la inocencia

A veces, a algunas personas, les pasa algo terrible, algo tremendamente repudiable y repugnante que les hace perder la inocencia de golpe y a una edad excesivamente temprana.

Para otros muchos, la inocencia se va perdiendo poco a poco y de forma parcial según se van recibiendo golpes y dejando atrás ilusiones y esperanzas.

Unos pocos mantienen la inocencia muchos años, hasta etapas avanzadas de la vida. Pero terminan perdiendo casi toda su inocencia cuando los que creía amigos no se acuerdan de ellos en los momentos difíciles. Cuando el trabajo bien hecho no tiene recompensa si no castigo. Cuando tienes que dejar tu trabajo por motivos de salud y te acusan de actuar por venganza. Cuando por motivos incomprensibles se justifica el asesinato de niños o dejar morir a ancianos sin atención médica.

Y, a pesar de todo, queda un último resquicio donde queda cierta esperanza, una pequeña porción de inocencia permanece, cuando todavía hay alguien que muestra cariño sin esperar nada a cambio, cuando aún queda alguna persona solidaria, altruista, que se preocupa por los demás, amigos o no. Porque todavía hay personas que cuidan al planeta, luchan por la justicia y se muestran solidarios, cariñosos y compasivos. Por todos ellos, para todos ellos: Gracias.

Todavía queda una mínima esperanza para la humanidad.

Aún no se ha perdido totalmente la inocencia.

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Adaptarse para vivir

La capacidad de adaptación de la especie humana es increíble. Podemos adaptarnos y sobrellevar situaciones enormemente difíciles. Aunque a todos nos cuesta cambiar no ocurre lo mismo con las modificaciones de nuestro entorno.

Sin embargo, transformarse a uno mismo es otra cosa. Nos cuesta sufrimiento y dolor, es decir, necesitamos pasarlo mal, que las circunstancias nos obliguen, para cambiar. A veces, ni aún así.

Hay un cierto miedo al cambio. Pero lo que más nos influye para no evolucionar, lo más limitante, son nuestras creencias.

Creencias como pensar que no podemos cambiar, creer que «somos así» y no podemos hacer nada, estar convencido de que el mundo es «como yo lo veo» y un larguísimo etcétera. A todas estas creencias hay que sumar las creencias sociales como las religiones o las ideologías. Todo ello condiciona nuestro modo de ver el mundo, nos negamos a verlo de otra manera, independientemente de evidencias o razonamientos. La mayoría de las personas necesitan dolor, sufrimiento, verse obligados para cambiar y adaptarse. Algunos ni en esas condiciones cambian, persisten en sus creencias hasta el final.

Creo que cada uno tiene una visión de la realidad parcial y subjetiva. Que nuestros sentidos, las apariencias y las creencias nos llevan a percibir la realidad de una determinada manera. Olvidamos que nuestra forma de ver el mundo no es la realidad, ninguno de nosotros estamos en posesión de la verdad. Por todo ello y por mucho más, deberíamos ser respetuosos y prudentes con todas las demás formas de ver el mundo, con todas las demás personas.

Para orientarme en esta vida, sabiendo que mi visión del mundo es limitada y no estoy en posesión de la verdad, es alejarme de ideologías, creencias o personas que tienen una visión muy limitante del mundo, de aquellas que causan daño al planeta, a uno mismo o a los demás seres vivos.

Intento tener la mente y el corazón abierto, sin juzgar, minimizando el daño que pueda causar, procurando ser bondadoso, amable, compasivo, amoroso. Desde esas premisas hago lo que puedo para contribuir a un mundo mejor, para ser una mejor persona y adaptarme lo mejor posible al mundo que me ha tocado vivir.

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Lo más valioso

Cuentan que hace tiempo una civilización obsesionada con el oro encontró unos pueblos indígenas, con una civilización muy diferente, con otros valores. Los primeros creían engañar a los segundos ofreciéndoles cristales de colores y cuentas de collar a cambio de su preciado oro. Para los indígenas el oro no les resultaba útil, tampoco los cristales ni las cuentas, pero ¡hacían tan feliz a los recién llegados! Al menos tenían colores bonitos. Además, creían que saciarían el ansia de oro de los extranjeros y los dejarían en paz.

¿Quién engañaba a quién? ¿Había engaño? ¿Qué era lo realmente valioso?

Quizás esta historia y estas preguntas deberían hacernos reflexionar. Hoy en día no damos nada (o casi nada) por cristales y cuentas de collar, pero damos mucho por unas luces de colores con sonido que aparecen en pantallas de todo tipo. Damos nuestro tiempo, nuestra libertad, disminuimos nuestra inteligencia y aumentamos nuestro egocentrismo, reducimos el tiempo con la familia y los amigos, … ¿A cambio de qué?

¿Qué es lo más valioso para nosotros? ¿Vivimos y actuamos de acuerdo con esos valores? ¿O nos dejamos llevar por aparatitos y modas diversas?

Cada uno debe encontrar qué es lo más valioso para él. Cada persona debe decidir cuanto esfuerzo, cuanto tiempo, dedica para conseguir eso que considera lo más valioso.

A mi cabeza acuden montones de cosas importantes: la naturaleza, la humanidad, la bondad, la vida, el tiempo, el amor, … Y pienso qué hago por la naturaleza, por la humanidad, para ser más bondadoso, por disfrutar la vida, compartir el tiempo, pero sobre todo, como actúo en cada momento, en cada circunstancia, desde el amor, por el amor. Una reflexión sincera y honesta sobre estos temas ya me resulta muy valioso.

Intentar vivir desde el amor, abierto a recibirlo, dándolo allá donde esté. Eso es lo más valioso para mí. ¿Y para ti qué es lo más valioso? ¿Qué haces para conseguirlo?

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Nuevo año, nuevas oportunidades

En este nuevo año quiero probar nuevas formas de comunicación. Empiezo compartiendo un audio. Más abajo podéis encontrar la transcripción.

Cada día, cada instante de vida es una oportunidad, un nuevo comienzo o la continuación de algo, depende de nuestra elección.

Ciertamente hay cosas, sucesos dolorosos, que no dependen de nosotros. Pero sí cómo los vivimos y lo que hacemos en esa situación. Muchas veces un grave problema, una enfermedad propia o de un ser querido no tienen explicación, nos quedamos en el dolor y en el «¿por qué a mi?». Es una etapa natural, peso si queremos avanzar, mejorar, sería más interesante centrarnos en lo que vamos a hacer a partir de ahora. Centrarnos en lo que todavía podemos hacer, probar nuevas habilidades, nuevas formas de enfrentarnos a los retos, nuevas formas de vivir.

Porque el simple hecho de vivir es un milagro.

No podemos quedarnos en lo que es bueno o malo, blanco o negro, porque no solo hay multitud de grises, hay infinitud de colores, de olores, de sonidos, …

Es importante mirar con una perspectiva amplia, con una visión superior, más comprensiva y compasiva. Reconocer que hay dolor, que algunas cosas no nos gustan o que no podemos hacerlas. Pero, al mismo tiempo, hay infinidad de cosas que sí podemos hacer, que nos pueden hacer sentir mejor, que podemos disfrutar si somos conscientes de ellas.

Pero al final está en tu mano cómo ves el mundo y la forma en que estás en él.

Superar los condicionamientos sociales, culturales, religiosos o biológicos es lo que te hace libre. Un camino difícil pero enriquecedor.

La libertad no es poder elegir tener una serie de objetos, ni seres, ni siquiera experiencias. La libertad es ser consciente de lo que significan, y las consecuencias que tienen, tus elecciones. Libertad es tener la suficiente sabiduría y consciencia para elegir desde lo que realmente eres, no desde lo que crees ni de lo que te han hecho creer que necesitas.

Quizás lo mejor sea vivir con alegría y consciencia, sin juzgar continuamente lo que pensamos, hacemos o hacen los demás.

Trátate a ti mismo como lo harías con alguien a quien realmente amas. Y trata a todos los seres como te gustaría que te trataran a ti.

Si quieres.

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Gratitud

En los últimos días del año puede hacerse, como en cualquier otro momento, una revisión de lo experimentado en ese tiempo.

En mi caso, como en la de tantos, hay momentos de todo tipo, circunstancias que se pueden valorar de forma muy diversa. Pero esa no es mi finalidad, no quiero juzgar ni valorar lo que ha ocurrido en ningún momento, mucho menos a ninguna persona. Mi interés radica en apreciar cómo he evolucionado, como he respondido en momentos de todo tipo, como he tratado a los que me rodean y al planeta.

Siento que algo he avanzado, que he salido adelante de la mejor manera que las circunstancias lo permitían, que tengo la fortuna de tener alrededor gente que me hace avanzar, muchos de ellos amables y cariñosos conmigo.

Sé que tengo mucho que aprender, mucho que mejorar. Aunque el sentimiento que predomina en mi corazón es la gratitud por las personas que en algún momento han pasado por mi vida, por los que siguen en ella, por los nuevos, por los animales, por las plantas, por este planeta tan maravilloso, porque todavía tenemos una oportunidad para cuidarlo y no seguir destruyéndolo.

Gracias por la vida.

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El momento de la unión

En estos momentos de reuniones familiares y de amigos, en esta época de nostalgia y buenos deseos, ahora, y en todo momento, son necesarios los acuerdos, el respeto a la diferencia y la unión en la diversidad.

Como planeta, como humanidad, siempre hemos pasado por situaciones difíciles, retos importantes que superar. Quizás ahora estemos ante el mayor de los retos. Por ello debemos recordar unas nociones básicas de la convivencia, de la bondad, del amor:

  • Respetar a las personas y a las instituciones (pero sobretodo a las personas) es la base de todo.
  • Los acuerdos unen, los insultos, los enfrentamientos, ignorar las necesidades de los demás «rompen» la unión.
  • Cumplir y respetar las leyes, cambiarlas cuando se considera necesario, es la base de la convivencia.
  • Es lo que se hace y no lo que se dice que se hace (o se va a hacer) lo que cambia las cosas.
  • No es de buenas personas, no soluciona nada, más bien empeora, insultar, censurar, recortar derechos, negarse a negociar con los que piensan distinto.

Hay mucho más, pero todo se podría resumir en tener la mente y el corazón abiertos, no actuar desde el miedo ni el rencor, no actuar desde el egoísmo, sino por el bien común.

Mientras unos insultan o agreden a otros, mientras se ocultan expedientes o se judicializa todo, sigue sin llover, el aire, el mar, la tierra, cada vez más contaminados. Siguen las guerras (incluso aplaudidas y justificadas por muchos), sigue el odio y el desprecio por el diferente.

Este año más que nunca observo como cada uno vive en su propio mundo, negándose a ver el de fuera, viven en una realidad inventada, de acuerdo con sus creencias, por encima de la realidad, por encima de los hechos o de la razón. Encerrados en su mundo imaginario.

Quizás yo haga lo mismo, pero, al menos, yo soy consciente de que no estoy en posesión de la verdad, estoy abierto a intentar comprender el mundo de los demás. Al menos en mi mundo prima buscar la verdad, la concordia, el acuerdo, la mejora del mundo, la bondad y el amor. Si me equivoco quiero que sea intentando poner amor en el mundo, no miedo, ni sufrimiento, ni odio.

Sigo y seguiré luchando porque en cada pensamiento, en cada palabra, en cada acción haya amor. Me gustaría no estar solo y que tantos seres llenos de bondad y amor que existen en este planeta nos unamos por la Tierra, por la Humanidad, por el Amor.

Cuando la oscuridad parece avanzar es el momento de poner más luz en nuestras vidas, en nuestro entorno, en nuestro planeta. La luz siempre vence a la oscuridad.

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Algo acerca de la nada

En cualquier tratado de química o de física nuclear se puede leer que estamos formados por átomos, que los átomos están prácticamente vacíos. Toda la masa de un átomo se concentra en el núcleo, en partículas llamadas protones y neutrones, ese núcleo es cien mil veces más pequeño que el átomo. El resto del espacio está vacío, con algún o algunos electrones, cuya masa es casi dos mil veces menor que un protón, por tanto, la materia está prácticamente vacía. Parece que somos nada. También los libros de astronomía hablan de grandes espacios del universo donde no hay materia, enormes zonas «vacías», sin nada.

Sin embargo, las interacciones electromagnéticas, las fuerzas nucleares débil y fuerte, junto con la fuerza gravitatoria, se relacionan en esa «nada» para dar la apariencia que vemos. Las interacciones electromagnéticas son interpretadas por nuestros sentidos como colores, cuerpos opacos, sonidos, etc.

Así, aunque los átomos se pueden considerar vacíos, hay un mundo de interacciones, campos electromagnéticos, gravitatorios, todo tipo de energía.

En realidad, toda la materia es una forma concentrada de energía.

Lo que se nos aparece como la realidad no es más que una apreciación parcial y limitada de nuestros sentidos y de la capacidad de nuestros cerebros para interpretar esa energía que llega a nuestros sentidos.

Este es el mundo que nos toca vivir, de apariencias engañosas, de «materia vacía», energías que nos cuesta percibir e interpretar.

Un mundo que no entiendo, en el que parece que algunos valores se pierden en la nada. Una realidad inventada por cada uno, limitada por algunas leyes físicas, algunas conocidas, otras no.

Esos campos gravitatorios, electromagnéticos, … esa energía que ocupa todo, tan difícil de entender y medir, esa energía puede adoptar diversas formas, se intercambian de unas en otras, como es bien conocido, la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma.

Algunos utilizan la energía en su propio interés, por encima de todo y de todos. Pero como la realidad es una interpretación de nuestros sentidos y nuestra mente, yo decido interpretar que la energía que me mueve, la que considero fundamental, esencial a la vida y al universo es el amor. Sin él solo queda la NADA, al menos para mí.

Quizás no sea nada, seguramente esté equivocado (y viendo las noticias así parece), pero como siempre cometemos un error de interpretación de la realidad, me siento más cómodo, menos alienado, más yo, creyendo y actuando en y desde esa energía que yo llamo AMOR.