Llega a su fin un curso más, pero como cada día, como cada instante de vida es único e irrepetible. En realidad nunca es un curso más, como cualquier otro, es un curso tan importante, tan especial, que le hemos dedicado una parte importante de nuestra vida, de nuestros anhelos, de nuestros esfuerzos, de nosotros mismos.
Tras muchos cursos a mis espaldas no puedo más que agradecer la cantidad enorme de experiencias que he vivido, las maravillosas personas que he conocido. En todas partes he disfrutado, he aprendido, he evolucionado. Cada sitio es único, al igual que las personas, son incomparables.
Cada instante de la vida es un regalo. Agradezco cada momento, incluso los dolorosos, porque también son parte de la vida, porque nos ayudan a valorar mejor los demás momentos, son una oportunidad para aprender a aceptar las cosas, a experimentar y evolucionar, gracias a este don divino que es la vida.
Y este curso, lleno de emociones, he sentido la alegría, la fiesta, el compañerismo, la empatía, el cariño, la bondad, la tristeza, el dolor, la pérdida, la solidaridad, la gratitud, … Tantos sentimientos, tanta vida,… No puedo estar más agradecido por haber disfrutado en mi último curso de un gran grupo de compañeros, de alumnos, … maravillosas personas que me han devuelto la fe y la esperanza en la humanidad.
Gracias a todos vosotros, a los que hacéis cada día un poco mejor el mundo.
Gracias a todos los que me han acompañado en algún momento. En mi memoria y en mi corazón hay un lugar especial para todos y cada uno de vosotros.
Gracias por un curso más, mi último curso.
Aprender la vida 